Viajar es una de las experiencias más enriquecedoras de la vida, pero también uno de los sectores que más contribuyen al cambio climático y al deterioro de ecosistemas y comunidades. La clave ya no es solo “no dañar”, sino generar un impacto positivo.
De viajero a agente de impacto
El turismo sostenible del siglo XXI busca que cada visitante deje un lugar mejor de lo que lo encontró: más valor económico local, más conservación, más respeto cultural.
Principios del turismo de impacto positivo
- Compensar… pero sobre todo reducir.
- Elegir transporte con menos emisiones.
- Priorizar trenes y estancias más largas en vez de vuelos frecuentes.
- Dormir en alojamientos responsables.
Los hoteles sostenibles suelen:
- Usar energías renovables.
- Reducir plásticos.
- Integrarse en la comunidad local.
Busca certificaciones como Biosphere, Green Key o EarthCheck.
- Consumir local de verdad.
Restaurantes de la zona, guías locales, artesanía auténtica.
El dinero se queda en la comunidad y genera desarrollo. - Respetar los ecosistemas.
No tocar fauna salvaje, evitar zonas saturadas, seguir senderos marcados, minimizar residuos. - Honrar la cultura anfitriona.
Aprender normas locales, evitar estereotipos, preguntar antes de fotografiar, participar en actividades genuinas y no “para turistas”.
Beneficios del turismo de impacto positivo
- Mejora la calidad de vida en la comunidad local.
- Fomenta la conservación de la naturaleza.
- Promueve economías resistentes y diversificadas.
- Enriquece al viajero con experiencias más profundas y auténticas.
Viajar sin destruir no solo es posible: es urgente.
El turismo del futuro será regenerativo o no será. Cada decisión —desde el transporte hasta la forma de consumir— nos convierte en parte del problema o en parte de la solución.



